Ahora me relaciono mucho con la mariposa porque soy la autora del libro "Torna a volar, papallona". Este animal, como icono, nos cuenta su historia de transformación, aunque cuesta admitir que como personas debemos experimentar cambios internos para alcanzar tanta belleza. Crecer y seguir creciendo para ser cada día la mejor versión de mí misma es lo que busco, y esto solo es posible si tengo ganas de aprender y compartir, de dar y amar. He dado un gran vuelo porque este mes cumplo cincuenta y seis años, por lo tanto, son muchas las vivencias que tengo en mi baúl de recuerdos, pero sé que aún tengo muchos vuelos por hacer.
Soy una mujer enamorada de la vida que me dedico a la comunicación, la formación y la organización de experiencias con alma, desde mi emprendimiento. Soy feliz dando clases a empresas, a mujeres y a jóvenes. En la formación para empresas, valoro mucho la diversidad de la gente y, por lo tanto, el beneficio de la inteligencia colectiva y los abrazos entre generaciones que necesitamos darnos. En la formación para mujeres, me siento empoderada para inspirar a cada una de ellas, para escucharlas, para crear lazos de empatía, para acompañarlas en el liderazgo femenino tan necesario para la sociedad del futuro. Y en la formación para jóvenes, me gusta observar, crear debate, provocar un espíritu crítico y un estímulo a la reflexión de sus talentos y al mensaje de persistir en sus sueños. Precisamente, en un taller que imparto, me gusta preguntar qué te gustaba mucho hacer cuando tenías cuatro o cinco años y la misma pregunta cuando tenías catorce o quince. Es una maravilla dedicar tiempo a pensar en ello e identificar los puntos de conexión con tu vida actual. Los resultados son espectaculares si quieres conectar más con tu esencia y cuidar de tu inteligencia emocional.
Recuerdo cuando era pequeña que me gustaba mucho descolgar el teléfono rojo cuando sonaba en casa. La sorpresa de quién estaba al otro lado me motivaba a hacer preguntas y a crear hilos de relación con esas personas. Entrar en la tienda del barrio de Salt, donde vivía, y hablar con quién estaba detrás del mostrador y compartir tantos porqués como me dejaban. También era una satisfacción subirme a una silla y cantar, leer o recitar ante la familia y amistades de mis padres. Tengo claro que así empecé a adquirir motivación por las habilidades comunicativas y sociales, y a interesarme por lo diferentes, únicas y maravillosas que somos las personas. En edad adolescente, era feliz cuando en la escuela nos ponían deberes para escribir redacciones, ya fueran sobre temas concretos o de imaginación libre; abrazaba mis libretas y escribía páginas y páginas de cualquier cosa. También me gustaba organizar fiestas en casa y ser buena anfitriona cuando venían amigos y horas de baile no faltaban.
Quería ser periodista, pero los estudios no se hacían, ni aún se hacen, en Girona, así que opté por estudiar turismo en la Ferran Agulló. En aquel momento, mi sueño era hacer una carrera que vincula la comunicación, las relaciones humanas y la hospitalidad para poder contar a todos el maravilloso lugar que me vio nacer y crecer. Supongo que por eso mi primera trabajo fue como guía acompañante en Viatges Barceló. Mi clientela era la tercera edad en excursiones por Cataluña donde no faltaba la comida con baile final, y como los abuelos querían bailar con la guía, me enseñaron muchos pasos para poder brillar en la pista. Esto lo hacía días puntuales y los fines de semana mientras estudiaba, pero pronto me interesó la hostelería y trabajé un verano como relaciones públicas y ayudante de maître, y después cinco años como recepcionista en el Novotel Girona.
Pero yo quería volar a otros lugares para seguir aprendiendo y conseguí una plaza de informadora turística en el barrio judío de Girona, así como ser la primera becaria del Patronato de Turismo Costa Brava Girona (¡y poder decir eso mola mucho!). Lo iba combinando hasta que fui becada por la Generalitat para vivir una estancia lingüística y profesional en Estrasburgo durante tres meses. Mi francés era impecable en aquella época y aprendí del mundo de las agencias de viaje.
Curiosamente, siempre he sido auto candidata de los trabajos donde he estado y desde las tierras alsacianas escribí una carta al director de Insetur, diciendo que me sentía preparada y motivada para dar clases sobre comunicación, atención al cliente y juegos de rol de las profesiones turísticas. Lo que ahora se llama competencias blandas era lo que yo podía enseñar durante los diez años que estuve contratada como profesora universitaria, además de las clases de marketing turístico y de coordinar las prácticas y la bolsa de trabajo. No sabéis la felicidad que sentía cada vez que un/a alumno/a me contaba sus sueños, sus anhelos y yo buscaba la empresa que mejor encajaba con todo lo que habíamos compartido en esas tutorías. Todo eso condujo a ser conocida en el sector, así como a acercar el mundo empresarial al académico y ha favorecido que actualmente tenga una cartera de contactos muy valiosa.
Pero de nuevo necesitaba volar y lo que me ofrecían con cambios normativos no encajaba nada con mis valores, así que hice un nuevo vuelo hacia Santa Coloma de Farners, al Magma, con el único propósito de redactar el plan de marketing, seleccionar y formar al personal y organizar la gran inauguración y las jornadas de descubrimiento para medios de comunicación y el sector del turismo.
En esa época ya era madre y prioricé esa etapa tan maravillosa buscando un trabajo que me permitiera conciliar mi vida personal con mi pasión por el turismo. Me presento a un concurso y gano la redacción del estudio de diagnóstico turístico de la comarca del Gironès. Esto me llevó a crear la marca Gironès, Terra de Passeig y, gracias a un concurso de méritos, liderar desde cero el área comarcal de Turismo, lo cual me ha dado catorce años de vida, de emociones únicas, de personas maravillosas, de nuevos aprendizajes, de proyectos, de relaciones humanas, de creatividad y muchas horas de trabajo y amor para desarrollar y dinamizar experiencias en el territorio. Pero nada es para siempre y cuando sentí que no podía aportar ni aprender más, acepté el nuevo desafío de dar vida al proyecto de la Fortaleza de Sant Julià de Ramis, que aún estaba en obras. Dos años y medio de mi vida donde en lo alto de la montaña de Sants Metges he sido líder en comunicación, turismo, relaciones con el entorno y valores humanos. Y precisamente por creer en mí y tener dignidad, dejo el proyecto para dedicarme tiempo a formarme y dejar fluir, y curso un postgrado que me hace comprender el valor de conectar con la carrera de mi vida.
La pandemia me dio tiempo para escribir mi primer libro, un sueño que tenía pendiente. Un libro que habla del amor y la gratitud a la vida y donde muchas personas ya lo sienten como propio. En este momento de incertidumbre decidí hacerme autónoma para pasar al otro lado del turismo y ayudar con todo lo que sé hacer, y la Federación de Hostelería me dio las primeras formaciones. Mi propuesta de valor es que sé de lo que hablo porque tengo una experiencia de vuelo de pájaro, una mirada abierta y real del sector, tanto en el sector público como privado. Por eso soy formadora para empresas de servicios y también he vuelto a la Facultad de Turismo como profesora asociada. Y poder combinar formación con comunicación, escribiendo para la revista Gidona, para El Punt Avui y haciendo tertulia en Girona Ràdio me llena de verdad.
También he creado un método de decisión y estrategia que ayuda a situarte en el rumbo de la vida y que llamo Cardinals. Una formación humana que bebe de diversas disciplinas de comunicación, liderazgo, psicología, inteligencia emocional, marketing y espiritualidad para aprender de uno mismo y enfocar la vida de otra manera, ya que anima a reflexionar sobre cualquier sueño o proyecto personal y profesional. Pero los sueños no se acaban mientras hay vida, y por eso estoy redactando nuevos proyectos, preparando nuevos talleres, contactando nuevos clientes y estoy abierta a todo lo bonito que la vida aún tiene que regalarme.